martes, 22 de junio de 2010

La embajada de España en Mauritania

Acudimos a la Embajada para ver si ya estaban los papeles que le permitirían a Sixu volver a estudiar un año más con nosotros. A la entrada de la calle, los policías mauritanos nos guardaron las cámaras de fotos... colgadas de su cuello. Nos las devolvieron al salir.
Fuimos conscientes del riesgo de atentado.
La experiencia fue muy interesante: poner caras a las personas que nos habían atendido por teléfono; intuir y hablar durante unos minutos de lo que supone estar lejos y estar disponible para los ciudadanos españoles en otro país.
Cuando entiendes la Administración como servicio al ciudadano, más allá de los errores que tengamos en la práctica diaria o de los chistes sobre funcionarios, y eso se te transmite también desde gente que trabaja a 3.000 km. de tu casa española... emociona. Y de repente estábamos hablando de de recursos, de nuestro trabajo en Zaragoza, de los placeres de la vida en Andalucía y de nuestra amiga Anabel que había estado el año anterior de visita.
Por otra parte, también en la Embajada pudieron poner otra vez cara a nuestro sobrino, escuchar como ese visado había supuesto para él una gran oportunidad que estaba aprovechando, pero también para sus amigos españoles porque les permitía conocer otra realidad.
!Y salimos con el visado y una preocupación menos!